Había una vez un reino de hadas en el que vivían muchas y de
muy distintas magias.
Una de las hadas, el hada de las nubes, vivía en un mundo de
bits. Con su varita eléctrica, fabricaba nubes de bits en el ciberespacio. Pero
a veces se sentía muy sola, a pesar de estar rodeada de nubes y más nubes.
Desde tan arriba, veía a la gente reunirse y abrazarse y tocarse y hablar sin
enviar mensajes. Ella tenía que enviar una nube para hablar con otra hada, y
otra nube distinta, para comentarle un truco de magia a su hada madrina. Así
que se le ocurrió crear un día de las hadas en el que hablar de magia sin
mandar nubes. Para ello, primero creó una nube donde cabían muchos sueños, y la
mandó por el cielo, a rellenarse con los sueños de otras hadas.
La nube encontró primero al hada de las flores, un hada muy
especial que gustaba de llenar las flores de brillos y colores con su varita mágica.
Las flores, nacían blancas en aquel país, pero con su magia, cambiaban de
forma, y eran más bellas, más hermosas e iridiscentes. El hada de las flores,
depositó su sueño lleno de resplandores, en aquella nube, que salió corriendo
con un soplo de viento.
Se encontró la nube entonces con el hada de las tartas. El hada
de las tartas siempre estaba cocinando. Le gustaba cocinar para los niños, pero
también para sus amigas hadas, y llenarlo todo de aromas dulces y de sueños de
colores. Este hada, depositó un poco de cada cosa en la nube, y la sopló y la
lanzó al aire de nuevo.
Y entonces la nube sobrevoló un bosque y cayó en la casa del
hada de los bizcochos. El hada de los bizcochos y el hada de las tartas deberían
de ser la misma hada. En realidad, nacieron a la vez de la misma primera risa
de un niño recién nacido. Cuando la enfermera del hospital donde nacen las
hadas vio el caso, decidió llamarlas igual. Pero la jefa de servicio, para que
no las confundieran, las envió a hacer magia a sitios distintos. La enfermera que
las vio nacer se puso triste cuando las vio irse una a cado lado del país,
porque no creía que debieran separarlas. Entonces hizo un hechizo para que un día
se volvieran a encontrar. Pero eso aún no lo sabía nadie.
El hada de los bizcochos, puso dentro de la nube lo mismo
que el hada de las tartas. El olor de los mejores sabores del mundo. El sabor
de los sueños de los niños. Y muchos sueños de azúcar y colores.
Y también sopló la nube para lanzarla al aire.
Muchas hadas del reino vieron pasar la nube.
-Adiós, adiós -le decían.
-Para aquí también -le dijeron otras. Pero la nube seguía volando.
Y la nube entonces se encontró con el hada más
joven del país. Las hadas jóvenes tienen la misma magia que las hadas más
mayores, pero como acaban de empezar a hacer magia, ellas aún no lo saben. El
hada novata metió en la nube mucha más magia que las demás hadas, porque no sabía
cuánta magia necesitaba una nube. Y su magia era tan brillante y bonita como
las de todas las otras hadas. Pero metió tanta, que la nube ya no podía volar.
El hadita, subió a la nube a una montaña y la empujó para que volara, pero la
nube rodó y rodó y rodó ladera abajo. Al final se quedó en el suelo, a los pies
de aquella montaña, donde nadie sabía que estaba la entrada del palacio del hada del suelo.
¿Veis como las hadas jóvenes también hacen la misma magia? En realidad, la había
ayudado a seguir su camino, pero en vez de volando, la envió rodando.
El hada del suelo vivía bajo tierra. Desde allí podía oír
mejor cuando la gente hablaba y podía quedarse con lo más bonito de sus voces.
Con un poquito de su magia aquí y con otro poquito de su magia allí, hacía
canciones y cuentos, que enseñaba al viento, para que las cantara en otros
lugares. Y así los cuentos y las canciones, llegaban a todos los lados del
mundo.
El hada del suelo, cuando sintió el golpe de la nube en su
puerta, salió a ver qué pasaba, y se dio cuenta enseguida de qué tipo de nube
era aquella que no volaba, así que en vez de meter, sacó un poco de bizcocho y
otro poco de tarta. Le encantó la magia de colores del hada joven que había
dentro y también cogió un poco. Y cuando había sacado un poco de todo, metió chispitas
de colores y más colores. Las chispitas pesaban menos, y la nube volvía a volar
por el cielo.
Pero ahora volaba demasiado arriba, demasiado lejos. Tan
lejos voló, que se salió del mundo de las hadas. Y chocó con la torre de un
castillo. En el castillo vivía la princesa triste. La princesa triste era
triste porque se sentía sola en aquel castillo tan bonito. Su castillo estaba
lleno de dragones que echaban fuego, juglares que tiraban agua, damitas con sus
lindos vestidos y principitos con alegres calzones. Pero ella estaba sola,
porque la princesa, debajo de sus vestidos, tenía alas. En realidad, era como
un hada, que también tiene alas, pero ella no podía volar ni hacer magia. Así
que se sentía triste. Cuando vio la nube enredada en su torre, pensó que debía
soltarla para que siguiera su camino. Se arremangó sus ropajes, y trepó al
tejado.
-Vuela tú, que puedes – le dijo a la nube mientras soltaba
su último jirón de una teja que la tenía presa.
Pero al hacerlo, el jirón se enredó en su mano, y la nube
salió volando con ella, alto muy alto. Y cuanto más alto estaba, su cuerpo
pesaba menos, y entonces, sus alitas empezaron a moverse debajo de su pesada
capa, así que se la quitó, y salió volando por el cielo más rápido y más alto.
Y así la princesa, llegó al castillo de nubes donde vivía el
hada de las nubes, agarrada a la nube llena de magia. Y el hada de las nubes la
saludó con una sonrisa y pinchó aquella nube de magia, y de repente, todas las
hadas estaban en el castillo del hada de los suelos. Y allí, todas juntas se
tocaron, y se rieron, y unas cogieron la magia de las otras y se reían de sus
trucos, y aprendían a hacer unas los trucos de las otras. Y cuando se hubieron reído, tocado y hablado
bastante, se hizo de noche y el embrujo se acabó. El viento llevó cada hada a
su lugar, y la princesa salió volando hasta su torre.
A la mañana siguiente, el hada de las nubes se reía sola.
-Esto hay que repetirlo – pensaba - Se me han quedado muchas hadas fuera. En unos días, lanzo otra nube.
Cristina, ya te lo he dicho, pero lo repito aquí.
ResponderEliminarHas hecho una narración maravillosa.
Estoy fascinada y muy emocionada.
Un besazo.
Gracias por el trabajo de animarte a juntarnos, Pilar. Seguro que pronto conocemos a más chicas y sale otro cuento y más trucos de magia.
EliminarSiiiii!!!! Es una experiencia genial. Conoceros personalmente, salir con nuevas visiones, trucos, ideas... Hay que repetirlo.
EliminarBueno estoy alucinada!!!Es muy bonito!!! es encantador...
ResponderEliminarMe ha hecho mucho ilusión ser un Hada ;)
Me alegro que te inspire hacer estos cuentos contando un poco de lo ocurrido.
Muchos besos Princesa ;)
No hay como juntarme con solo chicas y vuelvo a ser la que un dia fui. Vaya tarde más dulce que pasamos con tantas cosas ricas. Me alegro de que te haya gustado el cuento.
EliminarCada una de nosotras aportamos algo a la Xuntanza. Genial! Pero tú acabas de poner la guinda al pastel con este cuento. Gracias!
ResponderEliminarun dedo puso el azúcar, otro el local, el dedito pequeñito puso el plato, otro dedito puso la guinda, el último dedito un platito para servirse... y entre todas, nos lo comimos... ¡qué merienda más rica!
EliminarQue bueno Cristina!!!! me alegro, un besazo
ResponderEliminarLo pasamos genial! Me acordé de cuántas veces me habías avisado de que reunirse, mola.
Eliminar