La primera vez que mi abuela me vio haciendo punto mallorquín, me sonrió
y me dedicó estas bonitas palabras. Su madre, la bisabuela Laura, pasó
los últimos años de su vida ganchillando colchas para todas sus nietas
(mis tías) y nuestro recuerdo común de ella, pasa por una aguja de
ganchillo e hilo de algodón. A ella, Laura, que decía que no había nada
más feo que una mujer que no hacía nada, y a mi abuela, que me animó a
empezar, siempre a empezar, porque la excelencia viene en la práctica,
dedico mis primeros pasos...
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